El Amor en tiempos del coronavirus

Selma y Milos

cuento en diez cuadros

fresco callejero en California

Mural antes de su acabado en Venice Beach (Californie) ©Mario Tama, abril 2020, DR

Prólogo

Besanzón, Francia, agosto de 2020.

La barriada respira calma todavía, pero los sentinelas ya ocupan su sitio. Aquellos dos adolescentes, con la gorra al revés y la mascarilla debajo de la nariz, haciendo monopatín en los caminos entre los bloques figuran entre ellos. Esos dos mayores que fuman, con la protección bajo la barbilla, en los escalones del bloque de enfrente también. Y bastantes más, que vosotros no veis, pero que os siguen de cerca, en cuanto entraís en su territorio. Los más jóvenes tienen ocho, diez años, los mayores trece, catorce. Más tarde, los mejores se harán vendedores a su vez. Así se ganan el dinero de bolsillo y es mucho más de lo que sus padres podrían darles. La mayoría de las familias lo saben y todas temen que sus chicos sean reclutados, porque a la menor desobediencia al jefe, las represalias son graves.

Dentro de una hora, comenzará la venta; un vaivén de coches que ni siquiera cortan el motor los más de ellos. Un tipo enmascarado sale de un inmueble, echa un vistazo a la redonda antes de acercarse a tu ventanilla bajada. Das tu encargo, te anuncia el precio y vuelve a entrar en el inmueble. Tras el tiempo necesario para ir a buscar la droga en su guardería o en casa de uno de sus caleteros, vuelve hacia ti. Lleva guantes. Un rápido apretón de manos y el coche se aleja. Uno o varios billetes enrollados contra una papelina, una pastilla o cápsula. En cuestión de segundos, la mercancía ha cambiado de manos y el neofito ni se percató.

I – Selma/Ali

Hace dos años, Selma y sus hermanos emigraron con sus padres desde Kula, un pueblecito de un centenar de habitantes, dependiendo de la ciudad de Zenica, en el centro de Bosnia Herzegovina, para venir a parar en Besanzón. No era un destino al azar. Desde la guerra del Kosovo, tienen familiares aquí. Y saben que la ciudad alberga una fuerte comunidad de los Balcanes.

Así fue cómo se mudaron a un inmueble que agrupa emigrantes de orígenes diversos, serbio, croata, bosnio, kosovar, albanés, no sin rivalidades, altercados y arreglos de cuentas periódicos. En el exilio, lo que les une parece de mayor fuerza que lo que les separa, pero los límites son fragilísimos.

En el segundo piso vive una familia de cristianos ortodoxos de origen serbio. El padre es mecánico en la planta Swatch. Tienen tres hijos : un chico mayor y dos chiquillas y antes del confinamiento acudían a la parroquia San Basilio, en el barrio San Claudio.

En casa de ella, son cinco también. Su hermano Ali de veintidós años, elle que tiene diecisiete y un conchito de ocho años.

Su familia frecuentaba la mezquita Es-Sunna, calle de Vesoul, cerquita del gimnasio San Claudio. Pero, de momento, está cerrada.

Ella no lo tiene fácil. A sus diecisitete años, ya la quieren casar. Su madre anda buscando entre sus relaciones a un buen musulmano, uno que no camellea ni se droga. La profesión importa menos. Por suerte, eso no abunda aquí.

Pero ella queda intranquila. En el instituto, en sexto de bachillerato conoce chicas que han sido casadas contra su voluntad y que ella no ha vuelto a ver después. ¡Adiós estudios! ¡Terminados los sueños de trabajo valorizante. Su horizonte : parto tras parto, sumisión al marido y un montón de prohibiciones : no fumar, no beber, no bailar ni escuchar música de moda o vestirse sexy para ir de fiesta. ¡Incluso puede ser que deba llevar el velo, cuando en casa no lo hace desde que ha llegado a Francia! ¡Bueno, es verdad que ahora con lo del covid y la mascarilla, cambia un poco la cosa!

Cada día o casi desde un tiempo a esta parte, se las arregla Selma para regresar a casa a eso de las siete de la tarde. Cada vez espera cruzar al desconocido del piso superior, pero no tardó su hermano mayor en airear el tejemaneje. Esta tarde, la retuvo por el brazo antes de que entrara en casa:

— ¿Qué haces con ese impío, hermanita?

— Pero si nada, descuida, ¿acaso te pido yo lo que andas haciendo con tus amigotes en los sótanos del inmueble o al pie del hueco de la escalera?

— A mí no me hablas así, ¿vale? Sería peligroso para ti que se supiera que vas de putón con un rumí. A veces, pasan cosas en los sótanos, ¿sabes?

— Primero, no voy de putón con nadie y tú pretendes protegerme, vigilas mi manera de vestir, mis amigas y mis salidas y ¿quieres entregarme a tus amigotes? ¡Si eres un puerco! ¡Déjame estar o me largo de aquí!

Se debate Selma para liberarse de las garras de Ali y lo logra. Dicho y hecho,

— Tiene la razón mamá: urge encontrarte un marido que te aprenda la vida verdadera.

— ¡Hazme reír!

La apertura de la puerta por su madre, alertada por las voces pone fin a la agarrada, cuando Ali estaba a punto de levantar la mano contra su hermana.

— ¿Pero qué hacéis gritando en el rellano? Vamos, en casa. Nos va a pillar retrasados la oración de Maghrib.

En casa de Selma, no se discuten las órdenes de la madre. Ni su padre rechista.

II – Selma/María

En el instituto Claude-Nicolas Ledoux, en cuarto de bachillerato, hace dos años, conoció Selma a María, una hija de tendero de su barrio que se ha convertido en su mejor amiga. María es rumí, pero a Selma le importa un bledo. Nunca hablan de religión.

De los chicos, por supuesto, es de lo que hablan más. Y desde que están en el instituto, más y más. La mayoría de las chicas tiene novio. Ellas, todavía no.

María tiene un hermano que está en otro centro; el año en que iba a cursar quinto, no quedaba sitio aquí y lo han matricualdo en Louis Pergaud. Así es cómo Selma vio a su vecino en otro lugar que en la escalera. Él y el hermano de María habían venido a esperar chicas de su instituto a la salida de las clases.

En seguida, la hechizó aquel alto y fornido chico de pelo moreno, pero ese día la ignoró por completo. Él y su amigo sólo tenían ojos para un monumento rubio, que hacía perder la cabeza a todo el instituto y cuya fama se disparaba en las redes sociales.

¡Hubiera querido Selma despachar bajo tierra a esa cabrona!

Mediante el hermano de María, se enteró de cómo se llamaba su amigo: Milos.

Y pues, cuando aquella tarde, al volver a casa, se cruzó con Milos, no se lo pudo creer.

Sabía que aquel chico vivîa en su barriada, pero en su inmueble, no. No concordaban sus horarios, es de creer. Y, visto de cerca, todavía quedaba de mejor parecer.

No tardó María en decírselo:

— Si te gusta, ¡al ataque!, porque aquél no va a estar mucho tiempo en el mercado. Y te lo digo, si no lo quieres para ti, de él me encargo yo!

— ¡Ni lo sueñes!

— Bueno, vale. Te lo dejo.

María tiene un tipo que a los chicos como a las chicas les gusta mucho: silueta delgada, curvas voluptuosas, ojos azules y cabellera de rizos rubios.

Selma podría ser casi su contrario : menos alta, más delgada, con ojos negros y cabello a juego que le alcanza la espalda baja cuando lo tiene desatado. Está muy orgullosa de su pelo y se niega a cortárselo.

Cuando Selma anunció a María que aquel chico vivía en su mismo inmueble, un piso más arriba de ella, ésta exclamó:

— ¡Vaya, tía! ¡si eso no es una señal...!

Normalmente, no tienen muchas ocasiones de encontrarse. Pero sí pueden cruzarse en la escalera del inmueble, por la tarde.

En efecto, como hijo servicial, Milos es quien baja el cubo de la basura cuando va a tomar servicio. Es vigilante de noche para una empresa de seguridad (lleva el nombre escrito en la espalda de su cazadora) y trabaja en equipo con un canero.

Con su corte militar, sus botas, sus pantalones y chaqueta de tela negra, al principio le daba a ella un poco de miedo.

Mais elle a vu comment il est avec les petits, super protecteur et gentil et ça l’a rassurée un peu. Et l’idée que ce grand gaillard puisse la protéger à la place de la tutelle tatillonne de son frère lui a bientôt traversé l’esprit.

Pero ha visto cómo se porta con los peques, super protector y amable y eso la tranquilizó un poco. Y el pensamiento de que aquel mocetón pueda protegerla en lugar del tiquismiquis de su hermano pronto le cruzó la mente.

III – Selma/Milos

El encuentro entre Selma y Milos ha sido provocado, pues. Una tarde, mientras él corría escaleras abajo con la bolsa de la basura, ella se las ingenió para que chocasen en el rellano donde lo vigilaba.

— Perdona. ¿Te he hecho daño?

Selma se frotaba el codo con insistencia.

— No, no, estoy bien.

— Déjame ver.

Alargó Selma el brazo supuestamente dolorido.

Aquel primer contacto piel contra piel, todavía lo recuerda. Una especie de onda eléctrica la recorrió de pies a cabeza.

Lo dejó masajearle el codo durante un momento, antes de que su estricta educación tomara la voz cantante.

— Gracias. Si no es nada. Estoy bien. Y es hora de que entre en casa.

Pero antes de abrir la puerta del piso familiar, logró preguntar:

— ¿Cómo te llamas tú?

— Milos. ¿Y tú?

— Selma.

— Bueno. Hasta pronto, Selma bonita.

— Sí, vale, adiós Milos.

A Selma la ha desestabilizado aquel cumplido improvisado y ha contestado con cierta brusquedad, que ha lamentado en seguida.

IV – Milos/Dragan

Dragan es el mejor amigo de Milos. Cursa 2° de bachillerato en el instituto, mientras Milos, de dos años más viejo, ha sido contratado en una empresa de seguridad, por su físico y su conocimiento de las artes marciales.

Aquel día, Dragan y él habían ido a esperar chicas a la salida del instituto Ledoux. Tenían la mira en una rubia alta de pelp rizado, pero ni manera de integrar su círculo de admiradores, que la custodiaba de cerca.

En cambio, Dragan ha notado a otra rubia, menos llamativa, pero más bonita a su parecer. Ella cursa 1° de bachillerato en el instituto Ledoux, y tiene una amiga morena que les está mirando con insistencia.

— Eh, Milos, mira a la morena a la izquierda, se diría que te quiere tirar los tejos.

— Que venga, pues, no tengo nada en contra.

— Pero, ¿no quieres dar el primer paso, tú ?

— Oye, parece que las chicas nos igualan. ¿Por qué tendría yo que dar siempre el primer paso?

— Eso es una majadería, tío. Puedes perderlo todo.

— Ya veremos.

— Bueno, por lo que me atañe, voy a hablar a la rubia.

— OK, macho. Hasta luego, pues.

Tras chocar puños con Milos, se aleja Dragan en dirección de María y Selma.

V – Selma/Amina

Amina se las ha arreglado para quedar a solas con su hija mayor. El padre juega dominós en el bar, como cada tarde. Su hijo, Ali debe de estar vagando abajo con sus amigotes.

Ha servido el té, con los pasteles tradicionales en la mesa baja redonda que destaca en el salón.

— Selma, ven a sentarte a mi lado. Tengo que hablar contigo.

Obedece Selma con cierta mala voluntad. Presiente una conversación pesada.

— Hija mía, tienes diecisiete años cumplidos y tu padre y yo hemos pensado que era tiempo de buscarte en serio un marido.

— Pero, mamá, si no me quiero casar, soy demasiado joven, quiero cursar una carrera después del bachillerato.

— Una carrera, ¿para qué? ¿Acaso seguí yo una carrera? Para ser una buena esposa y criar niños, no hace falta. Los estudios siempre acaban por subir a la cabeza. ¿Qué piensas de Sofiane, el hijo de Yusuf, el verdulero. Aquél sí que haría un buen marido. ¡Ojalà! Es serio, no fuma ni bebe y sucederá a su padre en el comercio. Podrías llevar la caja, algún día.

— Mamá, ¿me imaginas vendiendo garbanzos, sémola, tomates y pimientos? Vaya, no tienes mucha ambición para mí, pues.

— Mi ambición para ti, hija mía, es que me des nietos bonitos. ¡Ojalà!. Y no más.

— Los tendré algún día cuando lo decida y con quien lo decida.

— Eso, hija, es lo con que sueñas, pero la vida es otra cosa. Para terminar, quería decirte que tu padre y yo hemos invitado a Sofiane y su familia para la próxima fiesta de Aid-el-Fitr. Así podremos conocernos.

—¡¡¡Mamá!!!

— Así es. No discutes, por favor.

Selma se ha levantado con brusquedad para ir a encerrarse en su habitación, dando un portazo. Por lo visto, el entorno familiar cada día es menos soportable para ella.

VI – Selma/Milos

Tras su encuentro-choque en la escalera, Selma y Milos han vuelto a verse muchas veces, a pesar de las advertencias de Ali, de las pretensiones de sus padres y de las conminaciones del gobierno debidas a la situación sanitaria. De falsas casualidades al principio a citas verdaderas, una vez desconfinados, han franqueado con rapidez las etapas de una relación amorosa secreta para pronto querer asumirla abiertamente.

—Selma, ya no quiero que nos besemos en los rincones y nos veamos en los tejados o en los sótanos. Nos han desenmascarado en todas partes. Dentro de poco se van a enterar tus padres, seguro. Quisiera poder pasar una noche entera contigo, que despiertes entre mis brazos, en una cama nuestra. Tengo un curro, no me pagan demasiado mal, estoy dispuesto a casarme contigo, si quieres de mí...

— Vida mía, ¿no crees que tienes mucha prisa? Si salimos uno con otro sólo desde hace tres meses. Como dices, todavía no hemos pasado una noche entera juntos.

— No quieres de mí de verdad, ¿eso es? Divertirte un poco, eso sí, pero comprometerte, no.

— Perdóname, Milos, pero todo eso va demasiado rápido, sabes. ¿Acaso somos capaces de soportarnos un día entero? Ni lo sabemos. Pues, una vida entera...

— Yo sé que eres la mujer de mi vida, Selma, no tengo la menor duda al respecto.

— Yo tampoco tengo dudas, Milos, pero tengo tres años menos que tú y sólo seré mayor de edad dentro de seis meses. Vayamos en etapas, paso a paso, si no te molesta. Pide mi mano a mis padres, hagámonos novios, y dentro de un año, ya veremos. Sería más razonable, ¿no crees? Además, aunque lo quisiéramos, no podríamos organizar fiesta de boda con la familia en estos momentos. Está prohibida toda agrupación superior a diez personas, ¿no?

Una barra de contrariedad frunce la frente de Milos. Tiene que reconocer que de los dos, es Selma la más razonable.

— La fiesta, no nos importa mucho, ¿no? Bueno, a nuestras familias, sí, claro.

— Pero, dada la situación, nunca querrán embarcarse en ello, Milos. Económicamente, también sería difícil. Tu padre trabaja a tiempo parcial, ¿no? Mi hermano está en el paro, mi padre de baja por invalidez. Ya nos apretamos el cinturón.

— Y eso que yo quería darte una sorpresa : la semana que viene, es Pentecostés para los cristianos y el lunes es feriado. Que mierda que los campings sólo abren de nuevo el martes. Nos hubiera dado un fin de semana de tres días. Hubiéramos podido irnos a alguna parte juntos. A pesar de todo, voy a intentar obtener mi semana. Italia acaba de abrir sus fronteras. ¿Qué opinas?

— ¿A Italia? ¿Estás chiflado? ¿Con tantos casos de virus como han tenido allá? E irnos así...

— No sé, ¿en casa no puedes decir que vas a visitar a tu amiga María?

— Una o dos veces fui a dormir a su casa, pero ahora con la Covid, me parece complicado. Y ¿adónde iríamos, todavía no están abiertas las fronteras?

— No, pero el día 15 se autorizarán de nuevo los pasajes y al interior de la UE, basta con el DNI. Pues, podríamos hacer eso, irnos hasta el domingo, ya veremos adónde. Te recogería en casa de María, digamos el jueves por la mañana, a las diez, ¿te convendría? ¿Se conocen tus padres y los suyos?

— No

— Mejor, así no se chivarán. Incluso podrías presentarme como tu novio.

— No, no creo que sea posible. Con el virus, apenas si mi madre me deja ir a comprar el pan, por tanto ni soñar con dejar la casa para varios días...

— En este caso, no queda más que una solución.

— ¿Cuál?

— Pirarnos sin avisar.

— ¿Escaparnos? ¡Estás loco de remate! ¿Y los equipajes?

— Ni un bledo, pones dos conjuntos uno encima del otro y ya está.

— ¿Eso crees tú? Vaya idea de macho.

— Será nuestro primer fin de semana romántico, ¿te das cuenta?

— Sí, Milos, pero es un doble salto a lo desconocido que me pides, ¿lo sabes?

— Tienes razón, lo es para mí también.

Un largo beso viene a sellar este programa velado todavía de incertidumbre y misterio.

VII – Amina/Ali

— Ali, tu hermana no ha vuelto a casa ¿sabes dónde está?

— No. No la he visto desde anoche.

— ¡Uy! ¡Me parece raro! Voy a mirar en su habitación.

En el cuarto ordenado de estudiante seria de Selma, el travesaño ha sido puesto en posición fetal bajo el edredón para simular la presencia de un cuerpo, lo cual notan en seguida Ali y su madre. Así comprenden que Selma se ha fugado. Empieza Amina a mesarse los cabellos, imprecando en su lengua natal. Ali, por su parte, inmediatamente identificó un culpable.

— ¡El hijoputa! Si lo encuentro, ¡le parto la jeta!

— Pero ¿de quién hablas, hijo mío?

— ¿De quién hablo? Pues, del rumí con quien sale Selma, ¡claro!

— ¿Cómo? Sale mi hija con un rumí y no me lo dice? ¡Y tú tampoco!

— No lo entendí de veras antes de esta noche, mamá. Lo hacen todo de tapadillo.

— Pero crees que...

— Si no se cumplió ya, se va a hacer, por seguro, que si han escapado para el fin de semana, no es para escardar cebollinos.

— ¡Huy! Con un rumí, pero, ¿quién es?

— El hijo del mécánico serbio del piso de arriba.

— ¿Milos, el vigilante?

— Ese cabrón, sí, seguro. Lo he visto merodear en torno a ella.

— Hay que reunir a la familia, tus tíos, tu primo. Tenemos que acordar lo que vamos a hacer.

— Hay que ir a la policía, primero, es un secuestro infantil. Selma todavía es menor de edad.

— No, no, la policía, no. La poli, siempre son engorros. Lo vamos a arreglar entre familias, como se suele hacer en nuestro país. Vete al bar a por tu padre y dile que Selma se ha fugado.

— Vale, madre, allá voy.

VIII – Milos/Selma

Parque natural del Alto Jura, Francia, a finales de mayo de 2020.

El lago Constanza atraía a ambos, pero no querían esperar más. Al final, han decidido pasar aquellos pocos días de libertad en un camping del Parque natural del Alto Jura, a orillas de un lago, a dos horas de carretera de casa. Este año más que nunca y para ellos más que para otros todavía, se trata de huir de la muchedumbre.

Ya que Milos es mayor de edad, le han alquilado un bungalow sin dificultad alguna. Lo único es que ha tenido que negociar para pagar sólo cuatro noches en vez de la semana que es lo normal ; este año consienten cualquier cosa para no perder clientes.

Ya están instalados. Todo confort por doscientos euros. Les asombra. Han llegado con mascarilla, es la ley hasta el borde de la piscina. Para ellos dos, resulta un poco grande, ya que están acostumbrados a vivir apretados en pisos de los años setenta, desde que han llegado a Francia.

Sobre una pequeña bandeja, en el salón, hay desinfectante de manos y dos mascarillas. ¡Qué cambio este año en los regalos de acogida!

Para penetrar en la habitación, Milos ha tomado a Selma en bazos y le ha hecho franquear el umbral como en las películas. Ha movido a risa a la joven. La ha depositado en la cama.

— Bueno, ¿qué opinas?

— ¡Demasiado bonito! Me da la impresión de vivir un cuento de hadas, ¡no te digo!

— ¿Qué hacemos? ¿Pasamos a probar la cama ahora mismo?

No ha contestado Selma, pero ha atraído a Milos contra ella, quitado su mascarilla y la suya y desatado su largo pelo moreno.

Es el día uno de su nueva vida. Así lo ha decidido ella.

IX – Selma/Milos

Durante estos tres días no han salido mucho del bungalow. Sólo el tiempo necesario para alimentarse en el bar restaurante del camping.

Bueno, sí, una vez han dado la vuelta al lago a pie y otra vez han realizado una salida en hidropedal.

Es sábado por la noche. El fin de semana romántico toca a su fin. Mañana tienen que volver.

Tumbados sobre la cama, fantasean sobre su vuelta a casa. Selma está inquieta:

— La que se me viene encima. Voy a pasarlas moradas, seguro. Sin teléfono ni salidas por varias semanas, como mínimo.

— Si quieres, vengo contigo y esta misma noche anuncio a tus padres que quiero desposarte.

— Para eso, tendrías que hacerte musulmano, Milos, y ¡ni bastaría! El hijo de un antiguo tigre de Arkan, ¡date cuenta!

— Primero, no tengo nada que ver con el pasado de mi padre y dentro de seis meses, cumplirás dieciocho, ¡ya no podrán impedir nada!

— Les tengo miedo a mi tío y mi hermano, más que a mis padres. Mi tío Mohamed se ha tornado integrista, más o menos. No sé muy bien con quien trata... Pero, actualmente he contravenido a no sé cuantas suras del Corán : infringir la autoridad familiar, tener sexo fuera del matrimonio, acostarme con un rumí, qué sé yo... Seguro que va a estar furioso contra mí.

— Yo creo que tenemos que mostrar nuestra determinación, que no podrán hacernos cambiar de opinión y que nos queremos de verdad.

— Sin duda tienes razón, pero tengo miedo, Milos, tengo miedo...

— Oye, he aquí lo que te propongo: esta noche avisamos a nuestras familias de dónde estamos y les decimos que mañana regresamos. Por lo menos, sabremos si nos busca o no la policía.

— Y mañana, ¿vienes conmigo?

— Bueno, vale.

— ¿Quién lllama primero? ¿Tú, Selma?

— Pues... sí.

— ¿A quién vas a llamar? ¿a tu madre, a tu padre, a tu hermano?

— A mi madre.

Toma su téléfono y se aleja en dirección al salón del bungalow.

X – Selma y Milos/Amina, Ibrahim, Ali, Mohamed, Mariam

Un poco inesperadamente, los padres de Milos han decidido acompañar a su hijo y su novia a casa de los padres de ella. No se oponen a este casamiento. Conocen de vista a Selma. A sus ojos es una chica seria. Y lo que quieren ante todo, es la felicidad de su hijo. Poco importa que no sea cristiana.

Así pues se presentan los cuatro en el primer piso del inmueble, ante la puerta del apartamento de los padres de Selma.

Uno y dos timbrazos. No se atrevió Selma a abrir con su llave. Se abre la puerta. Es su madre, quien estalla de inmediato:

— Ahí estás por fin, ¡desvergonzada!. ¡Has deshonrado a toda la familia! ¡Toma!

Una monumental bofetada acaba de azotar a Selma a la que no le dio tiempo para esquivar ni protegerse. Ahí está, atónita, en el umbral, cuando la atraen al interior brazos masculinos para llevarla hacia un cuarto del fondo del piso. Es su tío Mohamed, vestido con chilaba y turbante, quien vomita maldiciones en árabe:

— Hija, vas a conocer el castigo de las mujeres impuras prescrito por el Profeta, el encierro. Y además el que los Franceses reservaron a las suyas, no hace tanto tiempo.

Ali y su padre empujan hacia afuera a Milos y sus padres. Se cierra de golpe la puerta. Dos turnos de llave en la cerradura se oyen.

En la habitación, sientan de fuerza a Selma en una silla. Se debate, le atan brazos y piernas a la silla con un cinturón. Ella grita: "¡Ayuda! Entonces, la amordazan con cinta adhesiva reforzada de color gris.

Luego, su tía Mariam agarra unas grandes tijeras y, sin reparo, corta a lo más corto, mechón tras mechón, el largo cabello de Selma, quien lanza miradas de espanto. Se desvanece unos momentos. Es el runruneo de un instrumento eléctrico el que oye ahora. Una sensación de acero frío en el cráneo.

¡La están trasquilando!

Eso pasó en Francia este mes de agosto de 2020. No era posible pasarlo por alto.

© Pierre-Alain GASSE, setiembre 2020 para la versión francesa. Noviembre para ésta.

Eres el audience ° lector de este cuento desde el 15 de noviembre de 2020. Gracias.

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